viernes, 10 de junio de 2011

PREMIO BARITERE 10 - 06 - 2011

Señor, qué cruz


PREMIO BARITERE 10 - 06 - 2011  

Bueno, que conste que yo no quería; pero me han obligado.
Separar el juramento público y solemne de la religión es imposible porque su origenes religioso desde la antigüedad más remota.
En la organización actual de los actos institucionales, los encargados del protocolo colocan en la mesa del juramento dos libros: uno es la Biblia y el otro la Constitución. Junto a la Biblia suele colocarse un crucifijo, sin que ello resulte una confusión entre lo público (acto solemne) y lo privado (símbolos religiosos); porque el propio juramento es en sí un acto religioso en el que el creyente pone a Dios por testigo de que cumplirá con toda fidelidad los deberes de su cargo, como prueba de su plena determinación.
El libro alternativo está destinado a los que no son religiosos, no tiene ningún sentido para ellos usar la divinidad como garante de su fidelidad y empeñan su palabra sustituyendo el juramento por la promesa solemne cuyo texto comienza siempre así: «Prometo por mi conciencia y honor».
En toda toma de posesión solemne conviven, porque así lo marcan las normas de protocolo de estos actos (la ley que los regula, porque es una ley), la opción de prestar juramento solemne y la de promesa solemne. Por lo tanto, no sólo no hay nada que objetar a la presencia de la cruz, sino que es obligación de los responsables del protocolo que haya sobre la mesa a la que se acercarán los que han de jurar, para poner una mano sobre la biblia o la constitución y jurar o prometer por su honor. Si uno de los que han de jurar su cargo fuera musulmán, hindú o budista, el protocolo le concede un derecho indiscutible a que figuren en la mesa los símbolos por excelencia de su religión.
Siento el rollo. Ya me voy a la nevera pasito a paso. ¿Alguien quiere una kaipirinha?


CARMEN QUIRÓS  

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